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Creo: Donde el chancho crece libre y la tierra marca el ritmo

por Diego Norambuena

Nuestra visita a Creo fue más que un recorrido; fue entrar en un territorio donde el origen respira distinto. Entre abrazos, manos firmes y miradas honestas, entendimos que aquí el ritmo lo pone la tierra y no la industria. Es el lugar donde nace todo: donde el chancho crece, pero crece como debería crecer. No en un matadero, no en un galpón apretado ni confinado, sino en el paisaje abierto, escogiendo su sombra, su siesta y su barro. A veces incluso rompiendo árboles en el proceso. Nada de eso es problema: los cerdos libres son amables, espontáneos, curiosos, y ese comportamiento es señal de bienestar, no de desorden.

En Creo se respira bien. Se respira verdad.

Thomas nos guió por su territorio en una visita extendida, mostrando cómo una crianza ortodoxa puede convivir con la agricultura regenerativa sin traicionar su esencia. Aquí todo tiene un propósito claro: animales libres, tierra viva y una relación directa entre paisaje, alimento y bienestar.

La alimentación es un capítulo aparte. Los cerdos comen restos de supermercados, verduras infinitas, panes sin fin. Nos lo dijo un agricultor, y lo cito tal cual: “Si quieren comer una vez, dos veces o tres, pueden. Y si quieren cuatro, también.” La comida abunda porque aquí la abundancia es parte del cuidado, no del exceso.

Esta visita reafirmó algo fundamental para nosotros: conocer a quienes crían los chanchos que llegan a nuestro restaurante es asegurar calidad, trazabilidad y sentido. Es entender el proceso desde su inicio, desde lo que nos propusimos hacer: trabajar con un cerdo completo, sin desperdicios, honrando su vida y revalorizando los oficios que sostienen esta cadena.

No es solo un campo. Es el comienzo de todo lo que cocinamos.

Fotografía por Diego Norambuena